El último verano de Amy…
Aquel 23 de julio de 2011, cuando apenas tenía 27 años, terminó la tormentosa vida de Amy Winehouse, una de las artistas más influyentes de los últimos tiempos, cuya huella permanece imborrable , particularmente, en el barrio de Camden, en Londres, lugar donde residía. El éxito comercial acompañó a la cantante desde su disco debut, Frank, del que vendió más de millón y medio de copias, y que le sirvió para hacerse con su primera candidatura a los premios Brit Awards. El estallido de su fama llegó con su segundo álbum, Back To Black, que no tardó en cosechar un éxito arrollador con más de quince millones de copias vendidas. "Back to Black" le valió el Brit Awards a la Mejor Artista y la convirtió en la primera intérprete británica en ganar cinco Grammys.
Cuando murió, en el cenit de su carrera, su abuso del alcohol vino anticipado de actuaciones desastrosas aquél último verano, en las que apenas se podía mantener en pie, y la inesperada cancelación de su gira europea. Hace siete años que Winehouse falleció y su partida todavía sorprende por el gran talento que tuvo. En sus últimos días, Amy se dedicó enteramente a su música, trabajando en su último disco, “Lioness: Hidden Treasures”, que se publicó después de su muerte. Amy continúa presente en la memoria colectiva del mundo, en el 2016 estuvo nominada a título póstumo, como mejor artista femenina del año en los Brit Awards, junto a Adele, Florence Welch, Jess Glynne y Laura Marling.
Amy no amaba la fama, lidiaba con ella, regresó a Camden para alejarse, pero le fue imposible. La persecución de los paparazzi no ayudó a su recuperación. Aunque el mundo juzgó la destrucción que Amy se causó, las personas que la rodearon y los medios también tuvieron su parte en eso. Un periodista le preguntó: —¿Cuán famosa vas a ser...? —Mi música no entra en esa escala. No creo que vaya a ser famosa. No creo, tampoco, poder soportarlo— contestó. A la luz de los hechos, queda claro que Amy falló en su predicción. Fue una celebridad, muy famosa. Pero no pudo resistirlo.
Amy Winehouse fue una cantante descomunal. Su voz era la fuerza de la naturaleza. Mantenía el control total de su arte, tenía una habilidad innata. Era real, emocional y auténtica. Dominaba el escenario con una presencia pocas veces vista y cautivaba al público con cada una de sus notas. Utilizando el verso de un tango: "La luz de un fósforo fue". Así de brillante, así de fugaz fue la carrera de Amy. Apenas dos discos. Apenas tres años en los que sus facultades físicas y mentales brillaron; después, la caída, el descenso. El verano de una muerte triste, lenta y solitaria.
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