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domingo, 3 de agosto de 2008



LAS TRIBUS URBANAS:
¿UNA VISIÓN IDEALIZADA SOBRE LA ANARQUIA Y LA CONVIVENCIA?

De acuerdo a la visión idílica del concepto, las tribus urbanas son el espacio indicado para compartir e intercambiar experiencias rituales que generan y consolidan el sentido de pertenencia hacia una comunidad elegida, y así cohabitar el presente con una visión y una actitud especifica sobre el mundo. Sintetizado en palabras del escritor José Agustín: “Es una serie de movimientos y expresiones culturales, regularmente juveniles, colectivos que se enfrentan, marginan y rechazan, que rebasan y trascienden a la cultura institucional, la cultura dominante, dirigida y heredada, esa que realiza “cambios”, para que nada cambie, siendo esta muchas veces irracional, enajenante y deshumanizante, la que consolida el “statu quo dominante”, o estado de las cosas, obstruyendo o destruyendo las posibilidades de expresión autentica de los jóvenes, y que arropa la opresión, la represión y la explotación por parte de quienes ejercen el poder”.
Según este enfoque una tribu urbana es un grupo que se comporta de acuerdo a las ideologías de una subcultura. Una subcultura se forma a partir de la edad, grupo étnico o genero de sus miembros. Las características que determinan que aparezca una subcultura pueden ser estéticas, políticas o sexuales, o incluso una combinación de ellas. Para muchos analistas y críticos de este fenómeno el surgimiento y posterior consolidación de las tribus urbanas obedece a la búsqueda de una identidad por parte de lo jóvenes. Según el catedrático Diez Nicolás de la Universidad Complutense, Madrid, España, estos grupos son la respuesta a los individuos socialmente aislados en una sociedad de masas, ante la necesidad de identificarse ante una comunidad de iguales. Así, cuando un joven se integra a una sociedad con las mismas tendencias, modas y pensamientos que el, este se sentirá identificado con el grupo, pues le ofrece la seguridad y el aporte afectivo del que en muchas ocasiones carece, y que a su vez, al asumir una actitud extrema, radical, sentirá repulsión hacia los demás grupos que lleven tendencias opuestas, e incluso a discriminarlos, lo cual suele conducir a la intolerancia, y por ende la violencia.
El termino tribu urbana fue utilizado por primera vez en 1990 por el sociólogo Michel Maffesoli en su libro “El tiempo de las tribus”. El escritor y periodista norteamericano Ethan Watters definiría a las tribus urbanas como grupos de personas solteras con intereses comunes que disfrutan de un mismo estilo de vida urbano. Asociaciones basadas en un mismo estilo de vida y actividades. A partir de entonces el fenómeno social de las tribus urbanas, surgidas en plena posmodernidad siglo 20, ante la inconformidad de la sociedad actual, se vuelven comunes en las grandes urbes, lugares donde la complejidad y el tamaño de estas ciudades y de sus propias sociedades crean una sensación de aislamiento individual. Por ellos las tribus urbanas se caracterizan por mantener una estética acorde entre sus propios individuos hacia una misma tendencia, que suele ir acompañada de fuertes convicciones políticas sociales y políticas, a la par de creencias religiosas o de carácter místico, obteniendo a través de esto el ser semejantes.
Una de sus pretensiones es la diferenciación ante el resto del mundo, sin embargo, en ese intento por ser diferentes, por ser distintos, invariablemente caen en la igualdad grupal. En el fondo se trata de unificar fuerzas, de hallar un modelo a imitar y utilizar dentro del grupo. La despersonalización reinante en nuestra sociedad actual, que significa perder la identidad o los atributos, obliga a la búsqueda del reconocimiento y la aceptación de los demás, a la imperiosa necesidad del apoyo de la gente que nos rodea. Esto refleja la presente necesidad de establecerse en bandas o grupos, como sucedió al principio de la humanidad, por ello la pertenencia e identificación con alguna tribu urbana implica aceptar una ideología, una vestimenta, un determinado estilo de vida, e incluso un lenguaje. Prácticamente todas se caracterizan por una postura auto marginal, que refleja su inconformidad con la sociedad, en donde lo grupal se valora por encima de lo individual, de modo que la personalidad de adquiere por medio del conjunto, y cuyo objetivo es mantenerse juntos pues comparten una serie de valores ya establecidos, además de un territorio.
Sin embargo, estas tribus urbanas, o en algunos casos pandillas callejeras, llámense góticos, cholos, ravers, darketos, skatos, graffiteros, skinheads, punks, rastafaris, raperos, emos, hooligans o chavos banda, mantienen un lazo en común, buscan distinguirse, llamar la atención, por su forma “exclusiva” de vestir, hablar, actuar, pensar y sentir, y paradójicamente, es por ello que no perdonan la imitación, la homogeneidad cultural, o el mezclar identidades, provocando así situaciones de extrema intolerancia, de exclusión, llevando esta situación a enfrentarse entre estos mismos grupos. Sin embargo, en contraste, a decir del mercadologo Ernesto Castillo “muchos de ellos caen en una contradicción, porque se supone que rechazan a la sociedad y al consumismo, que quieren ser diferentes, pero actúan como una tribu que tiene un código, una forma de vestir y una música característica. Al final, esto se convierten en un nicho de mercado que demanda esos productos de consumo, comercialmente hablando”.
Una de las principales ideologías que manejan estos mismas agrupaciones es definirse dentro de una categoría sociopolítica anti-sistémica, es decir, tendiente a romper con todas las normas, jerarquías y tradiciones vigentes, que a su vez originen una autonomía que promueva la desaparición progresiva del concepto tradicional del estado-nación divisorio. La mayor parte de estos clanes se identifican como anarquistas o revolucionarios, debido a que anarquía es una corriente filosófica que busca la abolición del gobierno, -estado y autoridad-, en todos los ámbitos, ya sea político, económico o cultural, e instruye que es necesario sacudirse el yugo de las elites dominantes, su opresión, para establecer un autogobierno que promueva la autonomía e igualdad de cada persona y su asociación directa, siendo contraria asimismo a la existencia de cualquier relación humana de supremacía o dominación, donde la soberanía de cada individuo consiste en tener poder directo sobre cada decisión o aspecto de su vida, a través de convenios económicos, legales y asociativos voluntarios, en el que los derechos y obligaciones sean acuerdos tomados entre las respectivas partes en asociación libre o cooperación voluntaria, es decir, contratos autónomos decididos por democracia directa o asamblea por consensos, lo cual derive en una soberanía de libre acción y elección de pactos, acuerdos y asociaciones, para constituir así una sociedad de libre agrupación entre individuos o conjuntos de personas, solidaria y descentralizada, en la que no se perjudique a nadie, utilizando para poder establecer esto los medios que se consideren adecuados.
Es por ello al designarse como anarquistas se oponen a todo tipo de institución restrictiva, incluyendo en esto además de estados y gobiernos, temas como ejércitos, salarios, regímenes y prisiones, patriarcado y matriarcado, la teocracia (gobierno de Dios), y el uso del dinero. En resumen, a toda institución considerada como no saludable por ir en contra del propósito mismo de la sociedad, al forzar a la gente a actuar en contra de su propia voluntad. El anarquista a su vez se asume como socialista, pues su fin es también la abolición de la explotación del hombre por el hombre, para que así nadie sea jefe de nadie, y la persona haga lo que considere conveniente, de acuerdo a su conciencia, sin ser forzada u obligada por alguna organización o sistema a realizar tareas que no desea hacer. Simplificado en palabras del geógrafo francés Elisée Reclus: “La anarquía es la máxima expresión del orden, basado en cosas naturales, sin imposiciones ni violencias.
Lamentablemente, pese a esta demanda pacifista, a ultimas fechas las disputas y batallas con los demás conjuntos urbanos para imponer un punto de vista específico contrastan con este enfoque ameno y terminan mas por enfrentarlos que igualarlos. Una violencia gratuita e injustificada que nos devuelve hacia la parte mas primitiva e irracional del ser humano, que nos hace perder el control de nuestras emociones y la armonía social, y con ello, la tolerancia, la comprensión y la compasión hacia los demás, como valores y virtudes que nos inculcaron desde el nacimiento, pues no se trata de entrar en competencia para demostrar que agrupación es la mas fuerte o la mas apta para la supervivencia. Combatir y suprimir a quienes sean diferentes no se trata ya, como sucedía en otras épocas, de una cuestión de vida o muerte, cuando se disputaban y se conquistaban nuevos territorios, toda conducta que egoístamente es llevada mas allá de los limites establecidos termina invariablemente afectando al resto de la masa. Esta floreciente intolerancia hacia lo distinto se identificaría mas en el terreno de la ignorancia, del temor a convivir con lo que es opuesto, y la consecuente negación de la diversidad y su libre expresión, lo cual es una contradicción total en este tipo de colectivos y asociaciones basadas en alianzas, un opaco e incongruente espejo que nos muestra las dos caras de una recurrente situación, tal y como ha sucedido históricamente por cuestiones políticas, económicas, religiosas o sexuales, donde finalmente las mayorías establecidas se imponen y terminan sometiendo a las minorías discrepantes. Anarquía y convivencia, dos lados encontrados y a la vez similares, de una escurridiza moneda que sin lugar a dudas sigue dando vacilantes vueltas por el aire, estamos aun a tiempo de completar estos términos, de asociarlos y congraciarlos, en beneficio del entendimiento y la razón, pues al marguen de cada corriente o tribu constituida, en esencia seguimos formando parte de una misma familia, la humanidad, a ella le debemos lo que somos, el entorno, nuestro compromiso y responsabilidad al actuar.

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