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viernes, 29 de mayo de 2015

Yelapa: Paraíso recondito entre el mar y la selva.



Paraíso escondido con rustico encanto: Yelapa   

La tranquilidad y privacidad de Yelapa lo hacen el lugar ideal para ir a vacacionar y relajarse. El pueblo es pintoresco, y la belleza que lo rodea es irresistible, ya que proviene del mar, la selva y las montañas. La naturaleza es muy rica en especies, con cangrejos, murciélagos, ranas de todo tipo, iguanas y un sinnúmero de aves. Partimos de Puerto Vallarta una mañana soleada, sobre las costas del Pacífico. Puerto Vallarta, es el destino de ruta obligado. Al lado opuesto de la ciudad, en la popular Playa de los Muertos, se encuentra un embarcadero donde atracan lanchas y pangas que durante el día vienen y van entre Vallarta y Yelapa. También se puede salir del embarcadero Rosita, el más antiguo del lugar, al principio del malecón; o desde Boca de Tomatlán, a 15 minutos, en auto, por la carretera de Barra de Navidad. Justamente ahí, la carretera se interna hacia la montaña, por eso la única forma de arribar a la bahía de Yelapa es en lancha. La panga que abordamos va poblada hasta el tope; Hicimos un recorrido de media hora con rumbo al sur; nos detuvimos en los Arcos, formaciones naturales de rocas con más de 20 metros de altura, que se han convertido en el símbolo de Vallarta. Entre los arcos se aloja un santuario marino donde la gente bucea y practica la natación con snorkel. Nos detuvimos una vez más, en la caleta de Quimixto; después en la Playa de las Ánimas, de blanca arena, donde sólo se descubren dos casas. Proseguimos el viaje, refrescados con bebidas frías, y finalmente entramos en la pequeña ensenada en el extremo sur de la Bahía de Banderas. El espectáculo deslumbra. Frente a la vista aguamarina que ofrece el océano, y enclavada en medio de las montañas, se asoma una aldea, en su mayor parte formada por palapas rodeadas de palmeras y una maleza tropical exuberante. Como remate, una magnífica cascada destaca su azul sobre el verde fondo. La escena parece surgida de las Islas Polinesias. Yelapa tiene espíritu bohemio. Sus amigables habitantes muestran, con cariño, las maravillas que rodean la población.  
En general, se usan techos altos, las plantas arquitectónicas tienen formas rectangulares, y no hay paredes que impidan gozar del panorama. No existen llaves, porque casi ninguna casa tiene puerta. Hasta hace poco tiempo, la mayoría de las casas tenía techos de palma, ahora, la gente local ha incorporado tejas y cemento. Los extranjeros conservan las palapas originales. La población no cuenta con servicio eléctrico, aunque algunas casas aprovechan la luz solar; los cuatro restaurantes iluminan la cena con velas; y, por las noches, pues todo queda sumido en la oscuridad. Yelapa significa "Lugar donde se encharcan las aguas". El origen del vocablo es purépecha, lengua indígena que se habla en Michoacán. Sobre los orígenes del lugar, la historia de Yelapa ha sido poco estudiada. Sus primeros asentamientos se remontan a los tiempos prehispánicos. Prueba de ello son los descubrimientos, en un cerro de la localidad, de objetos cerámicos, característicos de las culturas que florecieron en Occidente: puntas de flecha, cuchillos de obsidiana y petroglifos que representan figuras humanas. Ya en la época colonial, el primer dato fidedigno sobre la existencia de la Bahía se remonta al año de 1523, cuando Francisco Cortés de San Buenaventura -sobrino de Hernán Cortés-, tocó estas playas al pasar hacia Colima, lugar donde fue nombrado teniente del gobernador. Más tarde, en 1652, el evangelizador franciscano fray Antonio Tello, historiador dominico, se refirió a la zona en su Crónica miscelánea de la Santa Providencia de Xaliscoal narrar la conquista de Occidente bajo el mando de Nuño de Guzmán. La población de Yelapa es de 1,500 habitantes; de los cuales alrededor de 50 son extranjeros. Durante el invierno este dato fluctúa, debido al turismo que acude, principalmente, de Canadá y Estados Unidos. Además, cada año 200 personas llegan en busca de buen clima y se quedan por temporadas que se prolongan hasta el caluroso verano. Una gran cantidad de niños alegra la aldea, y a menudo trabajan como guías de turistas. En Yelapa abundan los artistas, pintores, escultores, escritores y cineastas que aprecian el contacto directo con la naturaleza y la tranquilidad de la vida sencilla y rústica. Aquí disfrutan de noches estrelladas, sin luz eléctrica, sin teléfono, sin ruido de tránsito, sin aire contaminado. Viven aislados del mundo, fuera de la sociedad consumista, con un impulso natural para recargar las energías de la vida. Para venir a Yelapa, la mejor temporada es entre los meses de septiembre a febrero, cuando la humedad decrece. A partir de diciembre se disfruta del espectáculo que ofrecen las ballenas jorobadas, cantando y saltando en la bahía. Yelapa es perfecta para acampar, caminar, explorar río arriba, internarse en la selva, visitar las cascadas, o pasear en lancha para descubrir playas solitarias. El Hotel Lagunita cuenta con 30 cabañas privadas; aunque también es posible rentar una casa o sólo una habitación. A orillas del mar se encuentra una docena de palapas donde se ofrece, entre otros platillos, pescado muy sabroso o un suculento y espectacular plato con mariscos frescos. De noviembre a mayo la pesca es abundante y variada: pez vela, marlín, dorado y atún; el resto del año se consiguen peces sierra y huachinango. En playa dorada, puedes comprar una rebanada de coco, pay de limón o chocolate, a una de las alegres vendedoras que equilibran sobre sus cabezas golosinas caseras en contenedores de plástico. También puedes esnórquelar, pescar, nadar, pasear a caballo, recorrer en kayak, viajar en paracaídas, o probar el aguardiente local llamado raicilla. 
Lo típico del lugar aparece en la noche, disfrutarás de las luciérnagas con sus destellos de neón, los murciélagos que salen a darse un festín de insectos y dejan líneas sobre las albercas al pasar a tomar agua, los cangrejos terrestres que salen de sus cuevas a dar un paseo por las arenas, además de chicharras, grillos y ranas, la abundancia es impresionante y es señal de una naturaleza saludable. En toda esta región abunda el agua. Además del acceso al mar, Yelapa tiene dos ríos, el Tuito y el Yelapa, cuyos declives pronunciados permiten aprovechar sus torrentes gracias a la fuerza de gravedad. La Cascada Yelapa, con más de 30 metros de altura, se localiza a 15 minutos de caminata desde la costa. El paseo a la Cascada Cola de Caballo varia de los 50 a los 100 pesos.  Tras una caminata de una hora, por una vereda estrecha en medio de la selva, se llega a otra caída de agua cuatro metros de altura, que permite bañarse y deleitarse con su frescura. Después de caminar 45 minutos, tras cruzar en varias ocasiones el río Tuito, se llega a El Salto, una cascada de 10 metros de altura. Una hora más de caminata, por la espesa vegetación, conduce a la cascada El Berenjenal, también conocida como La Catedral, cuyo esplendoroso chorro de agua alcanza 35 metros. Más retirado aún se encuentra la cascada del río Calderas, que rebasa los 30 metros. Para llegar a ella, se hacen tres horas y media desde la playa. Otro lugar sobresaliente, incluso de gran atractivo para acampar, es la Playa Larga, a dos horas y media de caminata. Antiguamente, la comunidad vivía del sembradío de plátanos y la compra del coquillo, para fabricar aceite y jabones. También se cultivaban el café y el chicle natural, cuyos árboles abundan. Las frutas características de la zona son plátano, coco, papaya, naranja y toronja. Finalmente, como un recuerdo material de Yelapa, los artesanos venden sus trabajos de palo de rosa otancincirán: platones, ensaladeras, floreros, rodillos, pulseras y sombreros torneados. 
Para llegar a este impresionante paraíso los taxis acuáticos parten del Muelle de los Muertos, en Puerto Vallarta, con un costo de 140 pesos por persona, e incluye el traslado de equipaje, con horario de 10 de la mañana a 4 de la tarde. Yelapa es un lugar recóndito. Un pueblo cuya magia es difícil de encontrar en otro lugar. Al conocerlo podrás entender por qué muchos visitantes que venían por un día, decidieron quedarse por varios años o el resto de su vida. 


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