Seguidores

viernes, 16 de noviembre de 2012



MORANTE DE LA PUEBLA: TOREO DE ARTE, VALOR E INSPIRACION.

“No soy ningún suicida. Sino tan solo trato de sentirme comprometido seriamente con mi profesión, y conmigo mismo, porque esta es mi vida.” afirma categórico Morante. A veces en el toreo surge alguien con ese don especial, que lo diferencia del resto, con una gracia única, que solo es posible a la sombra de la Giralda, a la orilla del cauce mas poético de España, el río Gualdaquivir. José Antonio Morante Camacho, nació en otoño, la mañana del dos de octubre de 1979, en Sevilla. Es así, que su infancia transcurre feliz en La Puebla del Río, ese tradicional y emblemático pueblo marismeño, cuna de gloriosas ganaderías bravas. Se podría afirmar sin ninguna duda que su vocación fue totalmente innata, es decir, Morante nació para ser torero. De hecho, cuando el pequeño José acudió a al famoso Jueves Sevillano, en el mercadillo del centro de Sevilla, al ver a un chiquillo vistiendo un diminuto traje de luces, se encapricho con el de tal manera, que lo único que quería era que sus padres le compraran aquella preciosa prenda, la cual, posteriormente, tantas tardes gloriosas vestiría, para llenar de orgullo a la historia de la tauromaquia moderna. “A veces se va uno muy contrariado cuando no puede uno ejercer su profesión y vocación con lucidez. Y otras tantas te vas con la satisfacción de haberlo hecho bien. Normalmente cuando no salen bien las cosas, aunque la culpa la tenga el toro, uno se va muy disgustado. Hay aficionados que no entienden las dificultades de enfrentar un toro, que se sientan defraudados. Y por su sentir es que uno también se siente mal consigo mismo”, señala el artista sobre la dificultad de poder complacer a toda clase de publico, el cual generalmente es mas exigente en cada faena. José Antonio se vistió de luces por primera vez en Villamanrique de La Condesa, Sevilla, el tres de septiembre de 1988. Su debut como novillero lo realizo el 23 de abril de 1995 con un novillo de la ganadería Jiménez Pasquau. En su natal Sevilla debuta exitosamente el 10 de abril de 1996 obteniendo la presea Zapato de Oro de Amedo. Tomo la alternativa el 29 de junio de 1997 en Burgos, su padrino seria el matador colombiano Cesar Rincón, y ejerció como testigo Fernando Cepeda. La corrida fue de la ganadería de Juan Pedro Domecq, y el toro de su alternativa se llamo Guerrero, al cual le corto una oreja. Sus triunfos más relevantes los conseguiría en La Maestranza de Sevilla, saliendo en hombros en la denominada Puerta del Príncipe. “Mi búsqueda consiste en frenar la embestida. Con el capote lo he conseguido mas veces que con la muleta. El temple es, en principio, ir a la velocidad que el toro requiere. Yo no intento empujarlo patras. Porque eso seria como cantar, sin tener oídos. Y aquí la clave no esta en parar el tiempo, sino retrasarlo, por lo tanto la belleza del temple es imperfecta”, señala Morante sobre su irreprochable destreza sobre los ruedos. Morante tiene una personalidad mística, excesivamente introvertida, con un aura de misterio, que potencia la admiración que le profesan su legión de partidarios. Su estrafalaria forma de vestir, sus planteamientos de la vida, su incansable afán por llegar al máximo reconocimiento en todo lo que le rodea, y sus aficiones poco comunes entre las figuras del toreo, hacen de el, sencillamente un torero distinto. Considerado por muchos como un genio del toro y de la vida, un artista en peligro de extinción, que gusta a la par de boxear, cazar, fotografiar, pintar cuadros, copear en el bar local, o pasear por su pueblo natal utilizando un sombrero y bastón, cual si se tratara de la mítica figura un lord ingles. Todo eso, y mucho más es Morante de la Puebla. El enigma que acarrea su figura se incremento considerablemente debido a una enfermedad mental que le fue diagnosticada en el 2003, trastorno de despersonalización, que provoca que el paciente vea una realidad distinta a la que tiene, situación donde la ansiedad sentía que lo estrangulaba y deprimía. Tuvo que estar poco más de un año sin torear y viajar a Miami, EEUU, para recibir sesiones de electroshock, “He aprendido a vivir con la enfermedad, no estoy como antes, pero en esta linda profesión no tengo mas remedio que apretar los dientes y tirar hacia delante. ¿Además, como voy a dejar de torear por algo que no se bien que es, y que los demás no pueden ver?. No quiero que me tomen por loco”. Señala sobre este difícil periodo existencial. El matador dice siempre lo que piensa, sus horas de la vida nunca están marcadas, se considera imprevisible, y se define asimismo como un tanto flojo y vago, no da razones a nadie, ni tiene establecido un horario determinado para entrenarse, aunque lo hace todos los días, imaginando en cada pase y en cada lance al toro de sus sueños. “A mi no me gusta el toreo perfecto, ¿eso que es?. El toreo debe ser romanticismo, regido por normas que le concedan las mismas ventajas al hombre, y al animal. Y a partir de ahí entra la fantasía, el valor, y la inspiración. En el toreo haces burles al toro, pero sin reírte de el. Ya que si le das la oportunidad, este puede en un santiamén acabar contigo”, señala de manera elocuente el diestro, quien esta entre los espadas mejor pagados de los ruedos, al lado de figuras de la talla de José Tomas, Julián López, “El Juli”, y Enrique Ponce. Morante asegura desinteresarle cuanto dinero ha ganado en su carrera, y que tan solo mantiene una casa de dos plantas en el centro de Puebla, con varios salones, piscina y gimnasio, así como una finca mas en la población de Las Cabezas de San Juan, donde atesora cabezas de ganado bravo, ganado manso, burros y gallos de pelea. “El toreo hay que sentirlo. El toreo más que una fiesta nacional, es un rito, es un arte. Y todo arte nace de la naturalidad. Y si yo fuera un animal, me gustaría ser un toro, y con eso lo digo todo”, finaliza la conversación el controvertido y a la vez encumbrado maestro.

No hay comentarios: