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viernes, 29 de abril de 2016

El adiós del Príncipe Purpura de la música: Prince.




Prince: La eterna resurrección de un mito inigualable.

"¿Qué si me inquieta la muerte? En el jardín del Edén no sabían que
iban a morir. Nadie les contó nada sobre la mortalidad. Un animal no
lo sabe. El mío vive exactamente cada mañana de la misma manera. No
piensa en la muerte. Y yo tampoco. Y es que no tienes por qué morir,
si no piensas en ella. Pensar en la muerte, además, se puede convertir
en una adicción", señalaba categórico Prince, "El Artista", sobre la
muerte. Y sí, era un tipo excentrico, raro. Tan cierto como que fue un
gigante de la música universal.

Aún sin darse a conocer las causas de su muerte, ha trascendido que
Prince se mantuvo activo y sin dormir los seis días anteriores a su
deceso. Según información de “Daily Mail”, fue Maurice Phillips
-cuñado de Prince- quien ofreció algunos detalles de los últimos días
del famoso intérprete. “Trabajó 154 horas seguidas… estuve con él la
semana pasada. Era un buen hombre”, aseguró Phillips, quien está
casado con Tyka Nelson, la hermana de Prince. El supuesto insomnio de
Prince contrasta con los reportes de que consumía altos niveles de
Percocet (antiinflamatorio y mitigador del dolor), aunque usuarios de
ese medicamento aseguraron que los habìa mantenido despiertos.

Con sólo un metro 53 centímetros de altura, pero la furia de un
gigante, Prince alcanzo la categoría de mito viviente, casi una
leyenda: productor, arreglista, compositor; músico capaz de tocar
cualquier instrumento excepto los de viento —la guitarra, como casi
nadie en la actualidad; renovador del género de la música de baile,
que no fue la misma desde su llegada; inventor de técnicas de estudio
y tratamiento del sonido de las que todos estaban pendientes para
copiarlas; referencia incontestable durante los años ochenta y autor
de una veintena de discos de estudio y muchos más proyectos que no
cristalizaron o editó bajo seudónimos o símbolos inexplicables. “Nunca
te cansas del aplauso. Nunca te aburre. Y no puedes aplaudir algo que
no has oído antes, porque no lo conoces aun. No me molesta tocar
viejas canciones en mis presentaciones”, recordaba.

Prince Roger Nelson, nació el 7 de junio de 1958 en Minneapolis (EE
UU), fue bautizado en honor al grupo de jazz Prince Rogers Trío, en el
que tocaba el piano su padre, John L. Nelson, un músico vocacional
obligado (siete hijos) a trabajar como empleado en una empresa de
accesorios industriales y olvidarse de la música. En el piano del
padre el crío aprendió a tocar. Niño precoz. A los siete años, Prince
compuso su primera pieza, con título premonitorio, Funk Machine. “En
la actualidad me siento más respetado y escuchado que nunca. Hoy puedo
hacer muchas más cosas. Para mi el Internet esta muerto. Díganme un
músico que se haya hecho rico con ventas digitales. Ninguno. Sin
embargo, a compañías como Apple les va bastante bien”, indicaba.

En las escuelas la pasó mal. Era objeto de burlas por su baja estatura
y la ropa llamativa que vestía. Sin embargo, Prince se defendía: no
eludía los enfrentamientos físicos con nadie. Su primera banda, a los
13 años, fue con compañeros de clases. Tocaban versiones de temas de
Sly & the Family Stone y los Jackson Five. Prince nunca fue un músico
exclusivista. Le gustaban Parliament, Funkadelic, James Brown y Miles
Davis, pero también Carlos Santana, Jimi Hendrix, los Beatles, Led
Zeppelin, Joni Mitchel y Todd Rundgren. “Yo no conseguí lo que
conseguí por tener una compañía discográfica. Si no hubiera logrado un
contrato, hubiera seguido tocando. Tenía una gran banda. Y cada vez
que tocábamos, éramos mejores. Teníamos un estudio para grabar. Y
cuanto más grabábamos, mejor lo hacíamos. Las compañías no me
enseñaron nada”, reflexionaba.

En 1975 montó el primer grupo con pretensiones profesionales, 94 East.
Grabaron un single y algunas demos que fueron reeditadas años más
tarde. El debut de Prince fue For You, editado en abril de 1978. En
las notas interiores del disco, el artista alardeaba que él mismo toco
los 27 instrumentos que suenan en la grabación. No mentía. “No me
vendas como negro”. Fue su petición artística a Wea, la primera
discográfica con la que tuvo contrato. Descontento con el sonido del
primer disco, busca un grupo estable, se muda a una casita en las
afueras de Minneapolis, consigue una grabadora de cuatro pistas y
empieza a experimentar con sonidos.  “He escrito tantas canciones que
ya ni pienso en ellas. No me siento atado a un tema de alguna manera.
No podría avanzar si estuviera vinculado a una canción de mi pasado”,
señalaba.

Tras un disco de transición (Prince, 1979), lanza Dirty Mind (1980),
uno de los discos más importantes de su época: la música disco toma
aliento de la ruptura propuesta por el punk y la new wave, el funk se
cruza con el rock and roll. Por cierto, en esa época Prince vivía a
pocas manzanas del edificio Dakota en Nueva York cuando John Lennon
fue asesinado, en diciembre de 1980. “Tocar para uno mismo es como
experimentar que has abandonado tu cuerpo. Es como estar sentado entre
el público viéndote a ti mismo. Eso es lo que quieres. Trascender. Y
cuando eso sucede… oh, Dios”. afirmaba.

La década de los años ochenta es de fertilidad y grandes discos:
Controversy (1981); el doble álbum 1999 (1982); el reconocido y
multi-premiado Purple Rain (1984); los sicodélicos Around the World in
a Day (1985) y Parade (1986); la obra cumbre Sign ‘O’ the Times (1987)
y Lovesexy (1988). Durante esta etapa no había nadie capaz de hacerle
sombra a Prince, cuyos shows en directo, además, eran lo más salvaje y
eléctrico de la música pop, una combinación del sudoroso ritmo de
James Brown con la amplitud astral de Jimi Hendrix. “No soy una mujer,
ni soy un hombre. Soy algo que nunca entenderán. Todos tenemos un lado
oscuro”, confesaba.

Antes de autobautizarse como O ( + > —caracteres ASCCI para
representar el símbolo que adoptó como nombre en 1993— había utilizado
un gran cantidad de heterónimos para alejarse de la tiranía de los
contratos: Jamie Starr, The Kid, Christopher Tracy, Alexander
Nevermind, Joey Coco, Tora Tora, Camille, St. Paul, Eric Brazil,
Purple Yoda. Prince fue quizá el único músico de primera fila sin web
oficial. En 2010 cerró la última, LotusFlow3r.com, y declaró:
“Internet se ha acabado. No veo por qué debo ofrecer mi música a
iTunes o a cualquier otro sitio web. No me pagan un adelanto y,
encima, se molestan porque me niego. Sea como sea, todas estas
computadoras y gadgets digitales no son buenos. Llenan tu cabeza de
números y eso no es positivo para nadie”.

Prince vendió mas 80 millones de discos, fue considerado por la
revista Time una de las cien personas más influyentes del mundo; la
BBC lo voto como el octavo mejor guitarrista de los últimos años. Un
último detalle debería bastar: Miles Davis, el músico que cambió
cuatro veces el rumbo de la música pop, el jazz y el rock durante el
siglo XX y cuyo ego sólo era superado por su genio, consideraba que
Prince era el único artista contemporáneo que le ganaba en
creatividad. “A las compañías discográficas lo que les importa es que
les paguen. Ellos intentan hacer lo que la audiencia quiere que hagan.
Yo prefiero darle al público lo que necesitan, no lo que ellas me
piden. Lo más importante es ser tú mismo, y a mí me gusta el peligro.
Eso es precisamente lo que le hace falta a la música pop actualmente.
No hay emoción ni misterio”, se lamentaba el príncipe púrpura en los
últimos tiempos. Hoy sin duda, Prince, el brillante y esquivo genio,
el eterno mito viviente, esta sonando mas alla del espacio, y el
tiempo.

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