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jueves, 27 de septiembre de 2012



JAMES DEAN: IMAGEN DEL SUEÑO AMERICANO Y PRECURSOR DEL ROCK AND ROLL

“Vive rápido, muere joven, y dejaras un bonito cadáver”. Esta fatidica pero a la vez contundente frase dio pie a la primera gran leyenda de la juventud moderna, el indiscutido icono hollywoodense James Dean. El gran mito cinematográfico de los años 50s, James Byron Dean, nacido el 8 de febrero de 1931 en Marion, Indiana, personifico en sus actuaciones al joven inconformista, en un continuo conflicto generacional, y una marcada disidencia hacia la sociedad contemporánea. James era hijo de un conocido laboratorista dental y de una típica ama de casa, en su niñez se traslado con su familia al estado de California, estableciéndose en la ciudad de Los Ángeles. Cuando tenia nueve años su madre murió y al joven Dean lo enviaron de regreso a Indiana para residir en la granja de sus tíos paternos, lugar donde paso la mayor parte de su juventud. Como lo de regentear granjas no era lo suyo, James volvió a las playas Californianas para estudiar actuación en la distinguida universidad de UCLA en 1947. “No puedo cambiar la dirección del viento, pero sí ajustar mis velas para llegar siempre a mi destino”, señalaba de manera categórica. Tras iniciarse en el invaluable mundo del teatro de la mano del aclamado actor cinematográfico James Withmore, consigue, gracias a sus convincentes interpretaciones, aparecer en 1950 en series de bajo presupuesto en la televisión y una serie de anuncios publicitarios, entre ellos el mas popular comercial de Pepsi de aquella época, además de representar un par de obras en Broadway, “See the jaguar”, y “The inmoralists”, por las cuales recibió criticas muy favorables. Así que aprovechando su estadía en Nueva York, Dean incremento su formación interpretativa ingresando al prestigioso Actor`s Studio. “Un actor debe interpretar la vida, y para ello debe estar dispuesto a aceptar todas las experiencias que la vida tiene que ofrecer. De hecho, debe buscar más allá de la vida, de lo que la vida pone a sus pies”, ironizaba. Cabe resaltar que su inicio en el cine se daría en 1951 con papeles insignificantes, en los cuales ni siquiera recibió crédito, “Fixed bayoments” y “Sailor beware”, 1951, “Has anybody seen my gal?”, al lado de la pareja de artistas consagrados Jerry Lewis y Dean Martín, 1952, y “Trouble along the way”, 1953. Pese a su desanimo, estas esporádicas apariciones serian el preludio para su primera actuación importante, ya que el afamado director Elia Kazan, quedo fascinado por la personalidad que imprimía a cada una de sus actuaciones teatrales en Broadway. Es así que Kazan le ofrece sin dudar el papel protagónico en “Al este del edén”, 1955, donde interpreto magistralmente a un joven introvertido, melancólico y atormentado, que lucha permanentemente entre su niñez y adultez. Dean no solo asombro al público, sino hasta sus propios colegas del mundo del cine, quienes lo nominaron de inmediato al Oscar ese año. “Cuando un actor hace una escena exactamente de la manera en que un director lo dice, no está actuando. Está siguiendo instrucciones”, reprochaba, sin embargo ese mismo año el director Nicholas Ray, gran amigo de Kazan, lo invita a participar en otra sobresaliente película, “Rebelde sin causa”, una cruda historia sobre la delincuencia juvenil, a partir de una infancia desgraciada que transcurre entre escenas violentas y actos criminales, cinta que finalmente lo coloco de manera definitiva como el principal ídolo de la juventud estadounidense de ese periodo. Es así que aprovechando su repentina fama los estudios Warner lo contratan por una cifra millonaria y lo incluyen en un ambicioso proyecto cinematográfico, “Gigante”, 1956, al lado de estrellas de la talla de Elizabeth Taylor y Rock Hudson, donde a Dean volvía a colocársele como un afligido personaje, solitario y tímido, alejado del mundo que lo rodeaba, dicha actuación volvió a ser soberbia y de nueva cuenta la academia le otorga su segunda nominación al Oscar. “Sueña como si fueras a vivir para siempre, pero vive como si fueras a morir hoy”, declaraba en una controvertida entrevista. Dean, quien era desde muy chico un gran aficionado del mundo de la velocidad y los motores, fallecería inesperadamente el 30 de septiembre de 1955, a solo un par de días de concluir el rodaje de Gigante, chocando su flamante Porsche Spyder 550, bautizado por el como El Pequeño Bastardo, contra un Ford 54, cuando se dirigía a competir en una carrera automovilista en Salinas, San Francisco, apenas diez minutos después de haber sido multado por parte de una patrulla del condado de Paso Robles, California, por conducir de manera temeraria y a una velocidad inadecuada. Su tempranera muerte, ocurrida cuando tan solo contaba con 24 años, puso así final a una fulgurante y exitosa carrera que había durado acaso poco más de un año, dicha tragedia seria sin embargo la que lo encumbraría hacia los altares de la mitología del siglo 20. Hoy en día el nombre de James Dean es un símbolo de virilidad y sensualidad que genera millones de dólares al año por la venta de productos tales como pósters, rompecabezas, figuras articuladas, relojes, gorras, jeans y camisetas, lo cual lo convierten en uno de los productos mas rentables del celuloide mundial y del sueño americano, además de ser considerado, junto a Marlon brando, como uno de los figuras precursoras de la aparición y consolidación del rock and roll. Asimismo, la marca Porsche anuncio que relanzara el mítico descapotable Spyder 550, en una edición para coleccionistas, con un costo aproximado a los 72,000 dólares, ya que en la actualidad tan solo existen 90 automóviles en el mundo, que fueron fabricados entre 1953 y 1957. “Creo que solo hay una forma de grandeza para el hombre, y es cuando el hombre puede salvar la brecha entre la vida y la muerte. Si puede vivir después de que ha muerto, entonces tal vez sea porque fue un gran hombre. Y para mi el único éxito, la única grandeza, es la inmortalidad”, solía señalar despreocupado, entre sus mas allegados, el artista.

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